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Que la tercera temporada de 'The White Lotus' no ha sido la favorita de buena parte del público no es ningún secreto. Quizás por el alto estándar que marcó la segunda, muchos espectadores cogieron los primeros episodios de esta con el morro torcido, con esa sensación de que lo presente no está a la altura o de que lo pasado fue mejor. Y, ciertamente, la sombra era alargada y la primera parte de esta tercera temporada no cogía ritmo rápidamente.
Sin embargo, la ficción de Mike White logró demostrar que tenía, de nuevo, un abanico de personajes suficientemente interesantes para retener su atención (no todos, pero sí la mayoría) y a medida que avanzó la temporada sí se fueron acelerando los acontecimientos y enganchándonos más. Especialmente, el eje de la familia Ratliff (con Parker Posey entregadísima a la tarea de ser el meme de este año y el incesto de los muchachos, el "oyoyoy") y las tres amigas que anticipábamos que antes o después se iban a sacar los ojos. En el lado opuesto, Gaitok y Mook no podían provocar más pereza y hacían sus escenas insoportables.
Pero, para ser justos, 'The White Lotus' nos ha vuelto a entregar un entretenimiento que aúna diversión y calidad, nos ha hecho volver religiosamente cada lunes a ver el episodio de la semana y nos ha dado material de conversación, que es mucho más de lo que pueden presumir la mayoría de las series que actualmente desfilan por las plataformas y que una semana existen y a la otra caen en el olvido.
¡Spoilers del final de la temporada 3 de 'The White Lotus' a continuación!
Esto no quita que, ciertamente, la franquicia hotelera de HBO pase por cierto bache y que su último episodio haya sido el más extraño de todos, lejos de suponer un broche que contentase a todos y diese por zanjadas las quejas. Hay muchos frentes que abordar, ¿por dónde empezamos? Por ejemplo, podemos mencionar lo extraño que es traer al reparto a Christian Friedel de 'La zona de interés' para hacer prácticamente nada, al igual que a la estrella musical Lisa (del grupo Blackpink) para no solo hacerla insportable sino para no tener ni siquiera un objetivo como personaje o un rasgo identificativo, o que traer de nuevo a Belinda (Natasha Rothwell) tampoco ha servido de mucho.
Pero, venga, ajustémonos más al final de la historia del resort de Tailandia. Si hay una cosa que hace muy bien esta tercera temporada es construir bien las historias de los personajes de cara a que existan múltiples teorías sobre quién es el asesinado/asesino y que estén respaldadas por argumentos sólidos. La sorpresa se da, incluso aunque tu intuición te dijese que era quien finalmente fue, porque había margen para que otras resoluciones también se diesen. Ahí, bien.
Choca, eso sí, que esta temporada acabe de una forma tan trágica (las otras temporadas también tenían muerto, pero se daba en otro tono) y con ese tiroteo tan violento, que por momentos parece sacado de otro género (el pensamiento que cruzó mi mente fue: "claro, este hombre dispara tan bien porque viene de 'Fallout'").
Aunque quizás lo decepcionante viene, y esto es gusto personal, de que el personaje de Walton Goggins no sea el más atractivo de esta hornada, aunque el amor que profesamos por Chelsea (Aimee Lou Wood) activa nuestra empatía de forma automática y hace que nos lamentemos por perderla por culpa de ese tipejo que nunca la llega a valorar como se merece hasta que ya no la tiene. Tragedia griega pura, tal vez muy descarada.
La aceleración necesaria de las tramas hacia el clímax nos hace perdernos, en cambio, las resoluciones esperadas en torno a la familia Ratfliff, ya que al no ser ellos los tiroteados, no les quedan suficientes minutos. Es impagable cada gesto con el que Victoria reacciona a la noticia de que Piper no quiere quedarse con los budistas, pero el asunto de la paja entre hermanos, punto álgido de la temporada, no se termina solucionar: sencillamente, fue un señuelo como posible motivo de tiroteo.
Pero, sobre todo, nos quedamos con las ganas de ver cómo reaccionan Saxon y Victoria (y, en menor medida, Lochy y Piper) al bombazo de noticia que les espera al volver al mundo real, su descenso a los infiernos. Un simple gesto de estupor es lo único que nos dan, cuando aquello daba para brotar a la matriarca de forma atómica. Me aferro a la esperanza de que Saxon o Victoria, caídos en desgracia, alguno de los dos pueda pasar a ser un trabajador en otro establecimiento de la cadena White Lotus en la siguiente temporada y les veamos adaptándose a su siguiente realidad. Soñar es gratis.
Posiblemente, la trama que se cierra mejor es la de las tres amigas, con esa reflexión de Laurie (esa mujer normal que sirve de ancla humana al espectador y que interpreta magistralmente Carrie Coon) de que ni el trabajo, ni la religión, ni la maternidad dan sentido a su vida, pero que, al final, la propia vida motivo. "El tiempo da sentido". Es un rayo de esperanza, no solo por lo que dice, sino por la actitud con la que ella y sus amigas se marchan de allí; juntas, unidas a pesar de las diferencias, dispuestas a no perder lo bueno.
Y, del mismo modo, decimos adiós a 'The White Lotus' hasta su siguiente aventura (si es que la hay, pero en vista de sus datos de audiencia damos por hecho que sí), quedándonos con lo mejor compartido, aun aceptando lo no tan bueno.
Nací en Wisteria Lane, fui compañero de piso de Hannah Horvath y 'Chicago' me volvió loco porque Roxie Hart soy yo. Tengo la lengua afilada, pero, como dijo Lola Flores, "me tenían que dar una subvención por la alegría".
